La Bruja Estrafalaria

Continúo con mis apologías brujísticas, para quitar del medio esa ridícula imagen, que se tiene de la bruja como una vieja con la nariz y la pera en forma de candado, y verrugas enormes, lo que no tiene nada que ver con lo que somos hoy día.

La Bruja Estrafalaria es una tipa que el mundo humano no entiende, es como una mosca en la sopa. Es única y si el mundo no se adapta, es un problema del mundo.

Algunas veces las vemos dedicadas a la informática. O son altas ejecutivas, o comerciantes, lo que no les impide ser exageradamente expertas en Feng Shui, Aromaterapia, Runas, Quiromancia y Geobiología. Y aunque vive bastante cómodamente de su trabajo mundano, dedica sus horas libres a recetar y preparar Flores de Bach, o a proyectar la Carta Natal con lujo de detalles, o a dar clases de Esoterismo Práctico. Igualmente tienen tiempo para matarse a chi kung, o saber los movimientos del Tai Chi; y seguro que han ido, van o irán a hacer yoga.

A algunas las vemos con los pelos de un color realmente jugado, pero que no les queda mal, para nada. Es más, lo llevan con un jactancia que las rubias vikingas danesas las mirarían con envidia. Naranja, rojo, violeta… no hay color que las detenga.

Tienen muchísima confianza en sí misma y dominan con la mirada como una lechuza, pese a que a veces parezcan inseguras dado que se comen las uñas o las llevan muy cortas.

Son versadas en comida vegetariana y practican eso de “Mi cuerpo es mi templo”, pero igual le dan de punta a la cocina afrodisíaca y el arte de comer el que llaman “El Tantra del Amor” y mejor si tiene mucho chocolate. Suelen abusar de la canela y la nuez moscada.

Su casa es un pantagruélico rejunte de llamadores de ángeles, palomitas colgantes de mimbre y cerámica, quemadores de incienso de todo tipo y calibre, almohadones hasta con lentejuelas, alfombras. Barroquismo decorativo que se traduce en flores en el tapizado, arabescos y floripondios en el papel de la pared y las cortinas. El aire es un denso olor a incienso de fragancias exóticas mezclado con “nagchampa”.

El grupejo de las “Cantopopu” cargan el mp3 con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés; el de las “Muitulocas” se matan con la música brasilera desde siempre; las que adoran a Julio Iglesias AÚN HOY o peor: las que tienen todos los discos del Puma Rodríguez e Isabel Pantoja se las escucha en plena cantilena a viva voz, cada vez que pueden como en un rito satánico…

Alrededor de ellas se tejen mitos, que tratan de desentrañar el porqué tienen mañas de porqué no usan los ascensores; o porqué miran fijamente, con odio, desprecio, oscura delectación, a quienes ponen los pies encima del asiento, y a quienes tiran papeles o colillas al suelo; o que le quitan el polvo lentamente con el dedo al teclado, al monitor, a la mesa como un ritual de máxima concentración.

Está la caterva de las “mano verde”, que hacen de sus casas una selva amazónica. Las plantas trepan hasta el techo. Miran, hablan, acosan. El Potus es el relacionista público y los helechos sirven el té. Ni te digo si tiene una terracita o un balcón, ahí te salta el mono y el tucán aparece de la nada, para terminar de cerrar el cuadro y morirte del infarto.

Finalizo con el chistecito de Alberto Montt. Un genio...