Señales y Corazonadas

Supongo que no soy la única que tiene sus mañas a la hora de las corazonadas. Por lo general no son cosas que ande contando a los cuatro vientos, pero a veces cuando la vida te complica las cosas, saco a relucir mi maliciosa pero firme superstición, de que la vida te presenta ciertas señales que condicionan y complotan el destino.

De chica limitaba mi ámbito profiláctico contra la mala suerte a por ejemplo, no romper espejos y evitarme 7 años de mala suerte (aunque creo que debo haber roto alguno sin darme cuenta). A coleccionar tréboles de cuatro hojas y patitas de conejo. También seguía algunas pintorescas cábalas de mi casa. Las que recuerdo ahora son no abrir paraguas bajo techo, cuidarse los martes 13 de no caerse de culo, no caminar debajo de escaleras y usar bombacha roja nueva el 31 de diciembre.

Ahhh! Los estornudos, su aparición en series de a tres y los “saluds”, se consumaban en un rito clásico de ineludible buena educación:

Mistique
Atchú!

Familiar
Salud!

Mistique
Gdazias!

Aaatchúúúú!!

Familiar (con ojitos codiciosos)
Dinero!

Mistique (de ojito entrecerrado)
Snig! Gdacias de nuegvo…

Aaaaattchúúúúúú!!

Familiar (con cara de casamentero)
Salud, dinero y amor!

Ya de adulta, me puse más sofisticada y creo francamente en una ingeniería de contraseñas que la vida te muestra en determinados momentos decisorios. Ahí, aparece una pista o síntoma, que como una alarma te indica, que reflexiones sobre si ese camino a tomar es el mejor o no. Y el sistema es tan porfiado que si no das bolilla, te manda probablemente otra señal.

Me ha costado muchos años y rompederos de cabeza, asimilar todo esto. Las anécdotas son varias, pero para ilustrar la idea, uno de los peores negocios de mi vida, el que resultó un fracaso total y absoluto, al inicio padecía de una varicela de contratiempos. Desde los créditos, los plazos, los proveedores, hasta la pelotudez más chica se complicaba. Nunca hicimos caso de esos indicadores y los sobrellevamos todos.

Ilusa.

Hoy aprendí. Cuando tengo que tomar alguna resolución, a veces busco presagios corrientes en el transcurso del día, que me indiquen si vamos bien o no. Si por ejemplo pierdo el ómnibus, mala espina. Si un pago se posterga, mala señal. Si algo llega en el momento justo, buena cosa… Como si esas pequeñas situaciones cotidianas sincronizadas con el tiempo, complotaran para decirte cuál es el camino más próspero a seguir.

Desde hace años que deberíamos haber vendido la casa donde vivimos porque es como un elefante blanco en franco deterioro. No podemos mantenerla, y pagar la hipoteca es una trabajosa cuesta arriba. Como es “la casa” que hizo mi suegro, tratamos hasta lo imposible de conservarla.

Ayer llegó un nuevo vestigio agorero. Por un par de años voy a mantener el trabajo que tengo, pero con el sueldo un poco reducido.

Es momento de cambiar el rumbo y conseguir una nueva casa.