Perro que Ladra

Desde siempre tuve feeling con los animales. Arranqué de chiquita con “Rolf”, el adorado doberman negro, morrocotudo y malcriado de mi viejo, al que yo le ponía el chupete para jugar. Por lejos, mi mejor y más fiel compañero de juegos, comparado con cualquier muñeca que haya tenido.

La vida de apartamento de mi niñez me alejó de los perros, dejándome tener solamente hamsters noctámbulos y pececitos tristes. Mi hermana también incursionó un par de veces en la cría de tortugas, pero fracasó rotundamente, porque siempre se le morían.

Esta simpatía animal hasta me hizo dudar de mi vocación plástica, dado que titubeé si no sería mejor estudiar veterinaria. Al final, de sólo pensar que tenía que ver las barbaridades que sufren algunos animales, no me creí lo suficientemente fuerte y desistí. Igual hoy día, el veterinario de mis bichos admite que tengo “mano” para tratarlos.

Con los años, mi afición por los perros se ha ido diluyendo, tornando mi gusto más hacia los gatos (más elegantes, independientes y astutos). No sé porqué, pero es así. Encuentro a los canes dependientes y poco avispados. No los soporto meando en las esquinas de todo, ladrando irritablemente sin motivo por horas, o deleitándose con un hueso podrido y apestoso que desenterraron. Ajjjjjjjj!!! Por favor!

Peor encuentro a los dueños piojosos, que se creen que sus perros tienen el derecho inalienable de joderte porque sí. Por ejemplo, el perro de atrás de casa se pasa toda la noche ladrando histérico porque está atado. Escuchame vecino pavote: ¡Por dios, pelotudo de miércoles!!! ¿Estás sordo como un culo o tenés toda una huerta en las orejas???!! No escuchás al perro aullar como una alarma conventillera toda la noche??? Serás hijodeputa.

O los dos bartolos (esos como el de Hush Puppies) de enfrente de casa, que el dueño los saca a cagar inconcebiblemente en NUESTRA vereda. Sí, NUESTRA. Sale con esa camiseta apolillada, y el mate bajo el brazo, a ver como sus canes gordos como una horma de leonesa, defecan con total impunidad en mi pastito. Escuchame maldita alimaña con cara de foca, porqué no hacés que los choripanes obesos, caguen en TU jardín??? GRRRRRR!!

En casa, tenemos un dúo perruno totalmente distinto entre sí. Una mastina napolitana y un dálmata que jamás salen de casa. Ni entran. A la perra la apodamos la “Gorda” porque es un inmenso y baboso peluche gris, tremebundo como un tractor. Su mirada de demonio, no convence a nadie que “no hace nada”, y es el terror de los carteros y cobradores, a los que se intenta zampar cuando se acercan al portón de casa. Le gusta jugar al fútbol y ronca (maldita!!!) toda la noche en la ventana de nuestro cuarto. Un personaje.

El pobre dálmata, es un gil como pocos. La Gorda lo agarra de punchimbol para sus juegos brutos, por lo que le huye cuando se pone ruda. La cosa sería entendible por la diferencia de tamaño, pero el colmo es que también la gata negra de casa lo tiene cortito!! Lo cuadricula a arañazos cuando lo ve pasar!!! Esta joyita perspicaz con cara de apaleado, hace todas las guacheces habidas y por haber cuando está inspirado: destroza la basura, hace pozos como un castor, mea por todos lados, agarra de cucha y de muñeca inflable a los felpudos, y es lo más espantadizo que existe… Un reverendo inútil.

Pese a que les he perdido algo de admiración a los perros, admito que es destacable la devoción y cuidado que tienen por el dueño o la casa que habitan, ya que por más que los gatos son más limpitos y refinados, les importa un huevo quién entra a afanar. []