Todo ecosistema tiene su equilibrio. Atlántida también. No se le puede pedir a la pobre, que recibe durante el verano a cientos de turistas, ricos, pelagatos, yupies, aviesos de asarse al sol, de olvidarse de apagar la alarma del auto y molestar bastante todos los días, que no tenga su rato de paz durante el año. Sólo en ese rato de paz de 9 meses de calma que suceden a los 3 de tormenta, se pueden percibir los verdaderos habitantes.
En Montevideo, la vorágine es más estable y permanente, y por ésto disimula los procesos equilibrantes. Todo anda a toda velocidad y nadie conoce a nadie, o por lo menos el sonido y el smog atenúan la fauna existente.
En esa calma engañosa de la baja temporada, como los bichos que pululan abajo de la corteza de un tronco podrido, habita una generosa variedad de especímenes atlantidenses. Después de los meses locos, los habitantes auténticos regresan a las casas que alquilaron a los turistas.
No voy a hablar de especies como la mía que viaja todos los días a trabajar, o de pendejos motoqueros que guaranguean en moto por todos lados, o del infaltable “mecánico” del pueblo (Luis SOS LO MÁS GRANDE) que arregla desde un Fitito hecho pomada hasta un BMW impecable, o los peones de la Intendencia, o el almacenero, o los gitanos. Voy a hablar de uno de los principales habitantes que muestra nuestra estructura demográfica: la gente mayor. Y sí, es común que después de jubilarse, lo mejor sea vivir los últimos años en la casita del balneario.
Así, la vecindad se puebla de gente muy pintoresca.
Está la vieja miserable y amarreta que compra en un tarrito de rollo de fotos, el dulce de leche para toda la semana. Que regatea el precio de la polenta al murmullo de "Esto es un robo, adóndevamosairaparar”. No prende la estufa en invierno para no gastar y se caga de frío, o que apaga las luces de afuera, si el vecino las tiene prendidas para garronearle. Y atenti, vive de la renta de 4 apartamentos en la rambla de Pocitos.
Otro ejemplar común, es la señora mayor gatera, perrera y robagajos. Éstas caminan "por la salú, vió" todas las mañanas, mirando arteramente de reojo los jardines, con un gorrito pescador, un palito bastón y una sospechosa bolsita. Van rodeadas de una escolta de canes castrados y gordos, mezcla de todas las razas. Cuando salen solas van a la ferias vecinales y muchas de esas salidas son una excusa para “paladear” los chismes del ambiente.
Los almacenes que cierran en la siesta, son el caldo de cultivo para la transmisión de datos reales o inventados, sobre la población y sus circunstancias. También las tienditas con nombres tremendos como Koketería´s, o la panadería que está ambientada en los años 40 (y abandonada desde esa época la decoración del local), son excelentes centros de traspaso de datos populares.
En ese devenir callejero, en un pacto de buena vecindad, se saludan con un cabeceo y un "cómoovaaaa", tanto en las paradas, en las caminatas, andando en auto, en la feria, o en la playa. Allá nadie pasa desapercibido.
Los jardines de los veteranos y veteranas, merecen un capítulo aparte. A veces es un simple patio atiborrado de un rejunte de envases de Lacterito o latas de arvejas, que ofician de macetas improvisadas con toda clase de gajos (ajenos la mayoría), formando una galería oscura donde se sientan a tomar "el matecito de la tarde" junto a un séquito de gatos incestuosos.
Los más románticos, esperan jubilarse e instalarse afuera, para llevar a cabo el sueño de tener el "jardín del Edén propio". Ahí no escatiman en enanos de cemento (con Blanca Nieves y todo), cisnes maceta, columnatas, gigantescos Cristos Redentores que conviven entre los hibiscos Hawaianos y los Heliotropos. No falta, por supuesto la fuente, que va desde un estanque inmundo en piedra laja, hasta una Fontana Di Trevi en chiquito con rocalla y agua en cascada, luces azul-verdosas, ninfas aguateras y todo. Ponen cerquitos de plástico, comedores de pájaros y botellas con agua contra las plantas, para que los perros no les meen.
Se trasladan en moto, bicicleta o algunos más audaces (los veteranos mayormente) en auto. Van despaciiiiitooooo... muy deeespaciiitoooo. Hay de todo, los ves clavar en seco en las esquinas, o circular a mil en las calles con pozos. En la ciudad les hubieran sacado la libreta hace rato, pero acá pasan más desapercibidos, y así consiguen manejar durante un tiempo.
Claro, hasta que intentan cruzar la carretera y con total despiste, como ví hoy, chocan.
Uuuuuu! 
Livio, sos un grande!
