Shhhh!!!!!!

Desde niña el sonido de la sierra de carnicería cortando un hueso, o el del banco de sierra al cortar un hierro en una obra, o el taladro neumático al romper la calle, me ponen frenética.

Con los años la lista de sonidos que detesto va en aumento. Y por supuesto mi tolerancia va en dirección inversamente proporcional.

Los gritos agudos, los estornudos sonoros, la gente que habla fuerte, la música estridente y amorfa, un vehículo sin caño de escape, me rompen los tímpanos. No tan fuertes pero igual de insoportables son el tenedor rasgando el plato, y el despertador de mi cuarto que tiene una sirena de barco adentro (no me jodan, que es así).

Los ronquidos merecen una mención aparte, argghhhhh!!!! Mi abuelo pegaba alaridos y se golpeaba el pecho a lo Tarzán, además de roncar. En casa, nunca quisimos averiguar qué córno soñaba para que hiciera ese escándalo...Tanto relajo metía que mi abuela un buen día lo exilió a un cuarto del fondo. Muuy fuerte...

Los que sorben la sopa haciedo sluuuurrrp, me pueden. Los mataría de un sartenazo en la nuca. O los que mascan chicle y abren la boca asomando la lengua en cada "Ñac, Ñac, Ñac". Grrrr!

La lista crece día a día. Ahora la modernidad nos trajo para el deleite de todos, el sonido de los ringtones. No es que los decibeles que emiten me fastidien por lo fuerte, sino la ridiculez terrible de algunos tonos. Ya sean pitidos estilo jueguito de Atari con pocas notas, o esos creativos sonidos polifónicos que traen los nuevos aparatos. Los peores son los de cumbia plancha que algunos compañeros de ómnibus me hacen tener que escuchar!!!

Hago un pedido público: si ponés un ringtone en tu flamante celular, por favor que no sea una porquería. Los demás que lo escuchamos tenemos nuestros derechos.

Para musicalizar vendría bien el Enjoy the silence de Depeche Mode. Pero no, mejor va un video de un recontratemazo ochentoso, para matizar tanto ruidaje: Johnny Logan con Hold me now.